El invierno en la MLB llegó sin superestrellas históricas en la agencia libre, pero con despachos hiperactivos y un patrón claro: los grandes golpes están llegando vía canje más que por chequera abierta.
Boston dio el primer campanazo al adquirir al derecho All-Star Sonny Gray desde St. Louis, a cambio de los brazos jóvenes Richard Fitts y Brandon Clarke, más un jugador por anunciar y dinero para suavizar el salario del veterano. A sus 36 años y tras una campaña sólida, Gray sigue mostrando métricas que justifican la apuesta. Para unos Red Sox que rehúyen la etiqueta de reconstrucción, el mensaje es directo: quieren competir ya. Para los Cardinals, el movimiento libera nómina, rejuvenece el staff y abre margen para rediseñar un núcleo que se quedó viejo.
El verdadero terremoto, sin embargo, fue el canje Marcus Semien–Brandon Nimmo entre Mets y Rangers. New York se queda con un segunda base Guante de Oro, líder probado y aún influyente pese a su ligera caída ofensiva, mientras sacrifica a un jardinero zurdo identificado con el Citi Field.
Texas, por su parte, cambia a su “hombre de hierro” por un outfielder en su mejor momento productivo y todavía lejos del declive, señal de que el campeón de 2023 empieza a reconfigurar su núcleo mirando más años hacia adelante. Este intercambio, además, reordena el mercado de jardineros y segundas bases.
En la Americana, los Mariners blindaron su primera base al firmar a Josh Naylor por cinco años y 92,5 millones, después de que el zurdo transformara la posición y brillara en octubre. En Atlanta, la apuesta es continuidad: los Braves extendieron por un año a su cerrador Raisel Iglesias y sumaron al utility Mauricio Dubón, reforzando un modelo basado en profundidad, defensa y estabilidad de bullpen.
Todo ocurre en un mercado “ancho pero no alto”: muchos jugadores útiles, pocos verdaderos rostros de franquicia. Nombres como Kyle Tucker, Alex Bregman, Pete Alonso, Cody Bellinger o Kyle Schwarber pueden cambiar el mapa si se mueven, mientras relevistas de alto techo pero rendimientos irregulares —caso Ryan Helsley— siguen generando subastas. A esto se suma una ola de no-ofertas de contrato y agentes libres inesperados, como Christopher Morel o Alek Manoah, que alimenta un estrato medio lleno de posibles gangas para los despachos más creativos.

